Siestero

all we want is life beyond 
the Thunderdome

Cosas ya dichas,
monotonías.

La música de las planicies áridas es monótona.

Las palabras desnudas sin eco, sin álamos.

Quien se interna en una planicie árida
se sorprenderá al gritar porque no suena
ni el más mínimo eco.

El agua de la lluvia cae por el borde de las bardas
y les va moldeando el rostro
con el viento también, después
se le va haciendo una mirada con el sol a las bardas.

Y ahí sí, hay un eco, en los cañadones,
donde dice que está la salamanca.

Los tópicos de lo telúrico son monótonos.
Los domingos de verano a la siesta son silenciosos:
la mayoría de los pájaros no cantan
(aunque hay uno ahora y otro que le hace el contrapunto)
y los sauces hablan en voz baja, con murmullos como de escobilla.

En el desagüe, en el agua sucia, las lamas se mueven despacio
y en lugares desconocidos para mí hay nutrias y patos y peces.

Las lamas son como unos pelos verdes del desagüe y los canales
donde el agua baja hacia la mar silenciosa, que está lejos, sí:
más allá de la salina del gualicho.

Yo no soy hombre de a caballo.
Ando mucho en camioneta escuchando rock and roll
por las rutas de la planicie árida.
Miro apenas los alambrados y las tranqueras
que se abren a picadas largas y desconocidas.
Alguna vez pensé distinguir
que el campo estaba más verde por el fin de la sequía.
Pero no sé, la verdad,
ni idea.