Autumn Leaves

I
Llegaron las aguas de marzo y cerraron el verano.

Yo estoy frente a la máquina ahora pero veo al sol que reverbera en la calle
por donde el viento remueve al polvo y a las latas de cerveza.

Empezó a correr viento.
Si no fuera por eso, sería un lindo día.

No hay ninguna tregua pero me he decidido
a abrirme en la semana lugares de calma:
el café o el mate, la música y la poesía.

II
No puede ser que Miles Davis no esté acá
ni en el teatro Olympia de París en 1969.
La peor ilusión que uno puede hacerse es
engañarse pensando que uno no se hace ilusiones.

París de parias es una capital donde nunca estuve.
El pelo me sigue creciendo y las uñas
como dicen que sigue pasando después de morir.

Miro hacia atrás y veo el alto pino que obreros plantaron
por alguna orden municipal o iniciativa colectiva
hace una cantidad considerable de años
probablemente medio siglo.

Yo dije que iba a plantar un árbol frente al departamento
pero no lo planté, y hace falta plantar por lo menos dos.

En la semana miré muchos árboles jóvenes todavía
y pensé en el día que posiblemente los vea ya grandes.
Me ilusioné con el futuro pero fue también la vida
que me dice que brota y sigue todavía para mí,
quién sabe.

Pasé por puentes que cruzan canales bien llenos de agua
y vi las bandurrias en el barro de los cuadros regados,
y vi el atardecer que se reflejaba en uno de esos charcos grandes,
detrás de los álamos.
Las vi apenas de costado porque estaba yendo a otro lugar.
Sentí pena y piedad quizás por mí mismo y no por la vida,
quién sabe.

En todo caso debo plantar ese árbol,
por lo menos así nomás en la tierra
sin preparar un cantero como había pensado.
A lo sumo tirarle algo de guano, si hace falta,
y empezar a regarlo y esperar.