“No se escribe para agradar”

(para Natalia Gherghorovich, de quien escuché la frase del título)

No escribiré para los imbéciles.
Escribiré en contra de mi propia imbecilidad
y quizás para incendiar mis rostros
moldeo esta materia leve pero densa,
densifico en sus piélagos de fondo entrañable
hasta el pliegue intestinal de sus prefijos,
de sus muchísimos anales.
He venido y vengo fatigándome
                -imbéciles-
contra mi propia imbecilidad,
con la imbecilidad de muchos
y el pensar luciferino de unos cuantos.
Ah, inclinado, jorobando con devoción mi espalda fuerte
en este afán que la imbecilidad considera vano.
Amontoné de estos anales míos:
                de espaldas
a los cuerpos que trabajaron para darme
cuerpo y tiempo que fatigué
en epifanías y derramamientos 
de tinta sobre el papel,

volúmenes en los estantes.