Hubo hasta truenos, en la tarde.
Llovió un poco después del mediodía, paró un par de horas, se nubló más denso y pesado y después llovieron goterones gruesos, bien tupido, con viento, durante un rato no muy largo. Entonces empezó a despejarse el cielo y al final de la tarde llegó un poco de la luz del sol, anaranjada.
Escribió ("...llegaré a recordarte cuando hasta mis lágrimas doblen la esquina final de su mortal trayecto...": ridículo) y ordenando un armario encontró dos billetes viejos de 500 pesos. Estaban en el bolsillo de un pantalón viejo, junto con un boleto de micro de larga distancia en el que después de "destino:" y todo lo demás se habían borrado las letras. Se había borrado también el nombre de quien había hecho ese viaje.
A los billetes -inútiles desde hacía un par de años- los pegó con un imán en la heladera y al boleto lo tiró con los papeles. Se quedó mirando por la ventana (el departamento estaba en un noveno piso) el contorno de las nubes alargadas, oscurecidas, sobre el fondo del cielo color de fuego.